Mamá, no estés sola

Durante mi primer embarazo que llegaba a término, no me plantee demasiadas cosas.

Si que sentí cierto miedo ante la responsabilidad que supone que una vida dependa de tí.

Pensaba, por ejemplo, que con lo soca que soy durmiendo, si iba a enterarme si mi bebé me reclamaba mientras dormía…

Pero tampoco te creas que pensaba demasiado en eso. Supongo que iba con la idea de que ya iría viendo, sobre la marcha. Lo que tenía claro era mi deseo de ser madre y mi amor inmenso por esa niña  que crecía en mi vientre.

Así que tras el parto, y con ella ya en brazos, me di la primera ostia de realidad pura y dura.

Y es que la «idílica» lactancia no empezaba bien. No lograba que la niña se agarrara, y eso me bloqueaba, me hacia sentir muy frustrada. En el hospital tampoco es que se esmeraran demasiado en ayudarme, me propusieron algunas posturas para amamantar, y me recomendaron pezoneras.

Y «para casa».

Puedo decirte de antemano que no tuve un mal postparto.  Yo me encontraba más o menos bien, y luché con todas mis fuerzas para amantar a mi hija, y que la niña estuviera bien alimentada,  y sintiera el amor de sus padres.

A los pocos días , vino a casa una chica, que venía a ver como me apañaba, y si necesitaba algún tipo de ayuda. Esto era un servicio gratuito del ayuntamiento.

Ponte en situación. Yo sentía que iba bien, que no lo llevaba mal.

Y ese día, cuando vino esa chica a visitarme, me dí otra nueva ostia con la realidad.

En el momento en que ell me preguntó: Yolanda, que tal todo?

En ese momento, me desmoroné, me vine a bajo. Me eché a llorar. Y sin saber porque, esa desconocida logró que me abriera en canal y soltara cosas que no sabía que llevaba dentro.

Ella me recomendó un grupo de apoyo a la maternidad, en el centro de salud de mi barrio.

Decidir acudir a ese grupo de apoyo fue una de las mejores decisiones que he tomado en mis maternidades

Ese primer día llegué, con mi bebé, y me senté en una silla que había vacia. Habría allí unas 15 mujeres en pleno puerperio, como yo. Ellas ya se conocían, yo era la nueva.

  La matrona que acompañaba el grupo me invitó a presentarme.

Y allí volví a petar. Solo empezar a hablar, estallé en llanto. Me sentía completamente desbordada. Me sentía sola aún estando respaldada por mi pareja y mi familia. Me sentía que algo no estaba haciendo bien con la niña, sentía que quizás mi hija no estaba bien alimentada, que a lo mejor mi leche no era buena o no era suficiente…

Te suenan todos esos fantasmas que me atormentaban ?

Entonces, en ese momento, varias mujeres cercanas a mi, se acercaron a abrazarme. Y todas, absolutamente todas, me mostraron su apoyo, su cariño. Y me hicieron sentir que no estaba sola en esto de la maternidad, y que todas aquellas cosas que me preocupaban y atormentaban, eran compartidas por todas las mujeres que allí reunidas.

Y eso, amiga mía, es super sanador.

Durante varias semanas compartí con ellas una mañana a la semana, siempre acompañadas por la matrona. Formar parte de esa tribu me hizo sentirme mucho más segura en mi maternidad, me hizo confiar más en mi instinto maternal. Me permitió reír y llorar con una libertad sanadora. Y todo ese bienestar propio se vió reflejado en el cuidado de mi hija.

Allí fui consciente de lo realmente necesario que es el que no maternes sola. No puedes, no debes.

Y en una sociedad tan individualista como la nuestra, donde muchas mujeres que maternan, se pasan horas y horas solas en casa con la unica ventana al mundo de la pantalla digital, es de vital importancia buscar refugio, grupo, tribu… Para ir acompañada de la mano, para resolver dudas, para ver que aquello que te preocupa también inquieta a otras madres, para compartir desahogos y anecdotas, para reír y llorar.

Así que si te apetece hablar , si necesitas desahogo, mándame un mensaje.

No estés Sola!

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